En la enseñanza actual, es poco común introducir un concepto con el que los grandes matemáticos apoyaron la creación de sus teoremas. Didácticamente, siempre se toman en cuenta reorganizaciones de estos saberes para hacer menos complejo dicho concepto.
El proceso a través del cual se adaptan los saberes a los diferentes medios, es decir, proceso de transformación o adecuación del saber matemático erudito al saber matemático a enseñar en la sala de clases, es el que se ha llamado transposición didáctica.
Para Yves Chevallard (1985; 45), principal exponente de esta teoría, la transposición didáctica corresponde a “el trabajo que transforma de un objeto de saber a enseñar en un objeto de enseñanza”.
Desde un punto de vista constructivista de la enseñanza, creo que la transposición didáctica puede ser descrita como el cambio que experimenta el saber al ser “reconstruido” en la sala de clases, mediante la interacción que realiza el profesor, quien domina los conocimientos sobre la matemática; y el alumno, que realiza un anclaje con sus conocimientos o experiencias anteriores. En este sentido, pienso que la didáctica cumple un rol fundamental, puesto que mediante esta “ciencia experimental“ es necesario distinguir las peculiaridades de la disciplina y las de la cultura escolar, es decir, utilizar la didáctica como puente entre el conocimiento específico y la forma en que cada alumno aprende dicho conocimiento.
En la didáctica, los objetos que intervienen son los contenidos matemáticos los alumnos y el profesor. Tomando en cuenta esto, creo que lo más difícil de llevar dentro de la transposición es la relación alumno – profesor, dado a que cada uno tiene intereses y necesidades que muchas veces se encuentran en posiciones opuestas, por lo que llegar a “comprender la vida y el trabajo del aula supone reconocer que todos los días entran en interacción diferentes culturas en cada una de las clases” (Martínez, J.B., 1999; 98). En síntesis, pienso que, según esta teoría, nos espera un trabajo diario y agotador, pero a la vez enriquecedor, puesto que nos obliga a mantener una constante adaptación a los cambios que ocurren en nuestra sociedad para poder así, optar a nuevas metodologías y didácticas para que nuestros estudiantes continúen con la construcción de su conocimiento.
El proceso a través del cual se adaptan los saberes a los diferentes medios, es decir, proceso de transformación o adecuación del saber matemático erudito al saber matemático a enseñar en la sala de clases, es el que se ha llamado transposición didáctica.
Para Yves Chevallard (1985; 45), principal exponente de esta teoría, la transposición didáctica corresponde a “el trabajo que transforma de un objeto de saber a enseñar en un objeto de enseñanza”.
Desde un punto de vista constructivista de la enseñanza, creo que la transposición didáctica puede ser descrita como el cambio que experimenta el saber al ser “reconstruido” en la sala de clases, mediante la interacción que realiza el profesor, quien domina los conocimientos sobre la matemática; y el alumno, que realiza un anclaje con sus conocimientos o experiencias anteriores. En este sentido, pienso que la didáctica cumple un rol fundamental, puesto que mediante esta “ciencia experimental“ es necesario distinguir las peculiaridades de la disciplina y las de la cultura escolar, es decir, utilizar la didáctica como puente entre el conocimiento específico y la forma en que cada alumno aprende dicho conocimiento.
En la didáctica, los objetos que intervienen son los contenidos matemáticos los alumnos y el profesor. Tomando en cuenta esto, creo que lo más difícil de llevar dentro de la transposición es la relación alumno – profesor, dado a que cada uno tiene intereses y necesidades que muchas veces se encuentran en posiciones opuestas, por lo que llegar a “comprender la vida y el trabajo del aula supone reconocer que todos los días entran en interacción diferentes culturas en cada una de las clases” (Martínez, J.B., 1999; 98). En síntesis, pienso que, según esta teoría, nos espera un trabajo diario y agotador, pero a la vez enriquecedor, puesto que nos obliga a mantener una constante adaptación a los cambios que ocurren en nuestra sociedad para poder así, optar a nuevas metodologías y didácticas para que nuestros estudiantes continúen con la construcción de su conocimiento.
